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Por: Messier Torres
Hace unos años realicé mi primer reportaje para A Cuentagotas. Entrevisté a una chica que había dedicado su vida a proteger a las tortugas marinas. Durante esa entrevista aprendí mucho sobre el mundo de las tortugas como: cuán importante es para ellas la luz de la luna al nacer o cuán importante es no cazarlas ya que son un animal en peligro de extinción. Resulta irónico como años después de haber realizado este reportaje una tortuga de carácter comunista entró en son de protesta a reclamar como si fuera suyo el triste terreno en construcción de las inocentes personas del Condominio Sol y Playa en Rincón. En los terrenos querían construir una gran piscina frente a la playa. Que tortuga aguafiestas aquella, pudiendo compartir la piscina frente al mar.
Es irónico el comportamiento del ser humano cuando a la naturaleza se refiere. Nos aterramos por la llegada de huracanes pero, continuamos con un sistema eléctrico a base de combustibles fósiles. No hacemos mucho por las emisiones de gases de efecto invernadero y el metano. Tenemos la comedia a base de cemento donde todavía pensamos que el cemento es un sinónimo del progreso, y realmente no es así. Damos risas de cemento frías y sin ningún sentido humano que no sea lo que yo he denominado como: “el gusto del placer absurdo”.
El gusto de placer absurdo son esos gustos que tenemos que en realidad no son necesarios. Como salir a cazar palomas o incluso cazar ocho palomas para un hogar de tres personas. Es obvio que esas tres personas no van a comerse ocho palomas pero las cazaste, las mataste simplemente porque cazar es un hobby para ti. Y no me malinterpreten, no estoy en contra de los hobbies, pero, ¿en qué consiste cazar si no es por sobrevivir? ¿Qué nos inspira a construir en un lugar costero donde la erosión terminará acabando con el lugar?, habiendo tantas casas abandonadas que podemos restaurar.
Vivimos en un mundo donde cuesta millones demoler un edificio, sin embargo, pagamos millones por construir uno nuevo o en este caso, creamos una piscina frente al mar. ¿Es irónico no?, querer tener una piscina frente al mar, cuando tenemos agua salada tan cerca para nadar y disfrutar. No obstante, queremos gastar dinero en agua con cloro y mantenimiento por puro capricho.
¿De verdad creemos que necesitamos más tiendas por departamento en nuestros terrenos fértiles, o que necesitamos cerrar escuelas y dejarlas perder pudiendo renovarlas y revenderlas conservando los terrenos que ya tenemos? Fuera de partidos políticos pienso en qué realmente hubiera pasado si nunca nos hubieran colonizado.
¿Continuaríamos viviendo tan ajenos al cemento o lo hubiéramos descubierto y llenado la Isla como bizcocho de novia? Hubiéramos corrido por nuestras tierras felices disfrutando de nuestra naturaleza, escuchando el cantar de nuestro coquí, bailando con las palmas de coco, y bañándonos en los ríos. ¿Acaso nadie sintió luego del desastre del huracán María ese aire fresco que te saciaba los pulmones? Ese olor a nuevo, a natural. Esa magia de tomar la lluvia del cielo sin miedo a enfermarnos, ese pequeño mundo intermitente de buena salud ambiental que nos dejó el huracán, ¿acaso ya nadie puede recordarla? parece que no.
Estamos perdidos decorando la isla como bizcocho de novia, forrándola con cemento y escarchas brillantes. Decía el Nativo Americano Seattle que, “el hombre blanco escupe la tierra y se escupe a sí mismo”, tal parece que es lo que nos está pasando ahora mismo o quizá nuestros sentidos fueron rellenados con cemento.