Foto: Messier Torres
Por: Messier Torres
Las protestas son todo un arte y para demostrarlo me siento a escribir estas palabras sobre lo que vi en la manifestación contra Luma Energy. Intentaré ser lo más sincero posible al escribir mi experiencia en la protesta.
Se acercaban las tres de la tarde y una lluvia feroz amenazaba la protesta. Aunque llevaba pensado cubrir algo periodístico fui a la manifestación con algunos familiares: mi tío, mi madre y mi hermano. Mi tío, ─quien ya ha asistido a una gran cantidad de protestas a comparación mía─, busca estacionarse en el Estadio Hiram Bithorn, lugar donde según él las personas suelen estacionarse en las protestas.
La lluvia seguía cayendo pero ya comenzaba a disminuir, justo en la entrada del estadio se encontraba un jóven con una camiseta blanca, este tenía cara de no saber ni porqué estaba allí. Supuse que era algún tipo de encargado de velar el estadio o algo. Mi tío baja el cristal del carro y le pregunta si puede estacionarse. Para nuestra sorpresa el jóven nos dijo que el estacionamiento se encontraba cerrado. Mi tío le pregunta el porqué, pero él no lo sabía, solo tenía conocimiento de que estaba cerrado. Justo a su lado se encuentra una gran patrulla de policía. El encargado o vigilante nos dejó virar y a lo lejos pude ver la razón por la que el parking se encontraba cerrado. Muchos automóviles de los policías estaban estacionados en ese lugar. En aquel momento descubrí que ese era el campamento para los guerreros de la justicia en Puerto Rico ─los policías.
Ya a las cinco de la tarde había más de mil personas reunidas con un solo propósito: mostrar su descontento hacia Luma Energy. Daban las cinco y media de la tarde y la gente comenzaba a movilizarse. No pensaba que en unas horas llegarían tantas personas. Ni los truenos, ni relámpagos, ni un parking impidieron que la gente llegara. Entre varias personalidades y muchas personas vi una mujer que llevaba un traje del mismísimo hombre araña.
Las protestas en Puerto Rico son mágicas. Pues, somos capaces de hacer una revolución al son de una fiesta. La gente cantaba, aplaudía, bailaba, agitaban orgullosamente la bandera de Puerto Rico, en fin, era una fiesta de identidad y patría. Podías ver a personas bailando en las bellas que dividen las calles algunos agitando sus banderas otros tomando fotografías y videos. La gente estaba alegre. Eso sin mencionar cuando la guagua de sonido comenzó a sonar “Preciosa” versión Mark Anthony, algo tiene esa canción que nos llena de orgullo. Podía sentir como ese orgullo patrio crecía mientras veía a las personas gritar el himno como si fuera una de esas canciones que arraigas a tu corazón y las cantas desde lo más hondo de tu alma, esa identidad, esa unión la realidad se me hace imposible describir en simples palabras.
Frente a mí caminaban a su paso dos ancianos. Ambos tenían su cabello blanco. Él lo ocultaba con una gorra azul. Ella vestía una camiseta violeta, mientras que él vestía una gris. Unidos por sus manos, ella casi recostada de él. En definitiva, una visión impresionante, dos ancianos en medio de una protesta, me preguntaba qué los había hecho llegar ahí. Se le dañó su lavadora o quizá simplemente están cansados de los apagones. Sea lo que sea, sobresalen entre todas las personas. Ellos representan esa unión patriótica que podía verse en un pueblo que grita.
La oscuridad llegó y a son de «sea la madre se fue la luz» las personas caminaban a oscuras por la calle. De alguna casualidad todos los postes de la calle estaban apagados. Todo el camino que se había pautado para la protesta estaba a oscuras. En el inicio aclaré que sería lo más sincero posible en decir lo que vi, esto era algo inexplicable en un principio creía que quizá se había ido la electricidad nuevamente, pero cerca se podía ver un apartamento con todas sus luces encendidas, de hecho tenían un poste que relucía. El poste situado al lado del apartamento mencionado se encontraba apagado, este se supone que alumbraría la calle. Luego miré el estadio y solo las luces de abajo estaban apagadas. No soy oriundo de San Juan ni tampoco bajo mucho para el pueblo, pero cuando lo hago he visto los grandes focos del Estadio Hiram Bithorn encendidas. Esta vez no fue así.
Pero para mi sorpresa todas las personas encendieron las luces de sus celulares haciendo brillar todo el escenario. Luz que no sólo brillaba desde sus teléfonos sino también desde sus corazones llenos de furia, amor y valentía.
Los policías eran otro caso. En cada hueco había uno. Que no te permitirán moverte o desviarte del sitio ya pautado para la manifestación. Me hacían sentir que me velaban, como si esperaran que las personas se revelaran para acabarlas a marronazos.
Lo que vi fue una estrategía muy mal cuidada de parte del gobierno la cual llamé: el arte de la protesta. El arte de la protesta compone ciertas reglas a seguir y son las siguientes.
La primera: Evita que se llene. Aprovecha los recursos y los aliados que tengas, si el clima está a tu favor utilízalo como promoción en contra.
La segunda: Guíalos a donde quieres que lleguen.
La tercera: Ciega los ojos de los demás, utiliza lo que suceda y resalta lo negativo, que lo que logren no sea visto, que solo se vean los malos ratos. Hazlos molestarse, córtales la electricidad, detén su camino, cambiales las rutas.
En fin, al igual que el arte de la guerra existe el arte de las protestas y eso fue parte de lo que vi. Hay muchos ciudadanos unidos y un gobierno que busca detener esa unión.