Fuente: DW
Por: Messier Torres
El 8 de marzo de 2020 un doctor panameño participó del Día Nacional de la Salsa sin conocer que estaba contagiado del covid-19, un virus letal que ya afectaba a muchos países. Sabía que tarde o temprano llegaría a Puerto Rico, pero, no sabía cuando.
Mientras caminaba por los pasillos de la Universidad de Puerto Rico en Arecibo, escuchaba rumores de posibles casos en el recinto, jóvenes que habían asistido al festival de la salsa. Además algunos estudiantes que habían llegado enfermos tras viajar a otros países, presentaban síntomas similares al covid-19.
Los estudiantes comenzaban a preocuparse. Algunos pedían un cierre y medidas de salubridad, como el tener accesible hand sanitizer en la universidad. Yo sabía un poco sobre cómo afectaba la enfermedad, pues había hecho un reportaje sobre el tema.

Por otra parte, los supermercados tenían filas enormes a causa del temor a lo desconocido. Luego de salir de la universidad logré comprobarlo, las personas por alguna razón que no podía explicar llevaban papel higiénico. Aún no era requerido el uso de mascarillas, por lo que pude ver una gran cantidad de ancianos sin ellas y otros con la misma, pero mal puesta. Recuerdo haber visto en su mayoría a personas envejecientes en Isabela, mi pueblo natal.
Muchos países ya habían cerrado sus puertas -yo no salía de las noticias- en Italia había una crisis y el miedo de que sucediera lo mismo aquí era grande. Entonces, lo que hace unos días estábamos rogando que no pasara, pasó. Muchas personas se encontraban en cuarentena. La preocupación por las personas con problemas respiratorios y los ancianos crecía, pues estos eran a los que el virus podría afectar de una manera directa. El 15 de marzo de 2020 se declaró un toque de queda.
El mundo como lo conocía cambió, hacía solo un año desde que me había mudado nuevamente a mi hogar. Había estado viviendo en casa de una tía ya que el huracán María había arrancado el zinc de nuestra casa. Ahora ya me encontraba en una casa de cemento. Con mucho esfuerzo de mi madre, hermano y con la ayuda de muchos familiares logramos restaurar nuestro nido en una versión mejorada, como me gusta llamarle.
Para inicios de la pandemia no habíamos podido poner internet en el hogar, en mi caso no me afectaba lo suficiente pues tenía internet en mi teléfono, y me beneficiaba del internet de la universidad. Sin embargo, al llegar la pandemia mi data no daba a basto. Las clases con cámara encendidas comenzaron a ser una odisea entre el entra y sal de las aplicaciones. Hacía todos mis trabajos en mi teléfono.
Para completar, mi computadora se dañó. Gracias al incentivo que nos había llegado logramos resolver todas las situaciones, instalamos internet en la casa y logré comprar mi computadora con la que estoy escribiendo estas palabras.

Perdí la cuenta de cuantas órdenes ejecutivas veía, tanto así que dejé de estar pendiente. Tome un descanso de todo pues la pandemia comenzaba a ahogarme y necesitaba encontrarme. Pensé en muchas ocasiones en dejar de escribir. Me encerré, intenté dibujar algunas cosas. Hacía casi tres años que no me sentaba a dibujar, actividad que era una pasión para mí cuando pequeño.
Con el sobrante de gasolina de mi viaje semanal a Arecibo logré comprarme una tableta gráfica, no me considero el mejor dibujante, pero al menos era una manera de encontrarme. Comencé a escribir de nuevo. Mi vida comenzó a tomar otro rumbo, retomé la lectura cosa de la que no había tenido tiempo.
La esperanza que tanto anhelamos ha llegado, las vacunas. Espero algún día regresar a una vida normal, aunque no estoy tan seguro de cuán normal pueda llegar a ser.
Ahora solo queda preguntarnos: ¿Qué haremos luego de que todo esto termine? ¿Qué haremos cuando los centros comerciales dejen de poner un área para colocarse hands sanitizer? ¿Qué haremos cuando volvamos al mundo real y tengamos que tomar clases de nuevo o volver a algún trabajo? La pregunta en realidad es, ¿nos hemos preparado para volver a la normalidad o nos habremos acostumbrado a la nueva normalidad?
Muchas preguntas se quedarán en el tintero pero, de algo sí estamos seguros: nuevamente el boricua ha demostrado que aunque estemos a varios kilómetros o pies de distancia nuestro calor humano sigue siendo el mismo de siempre.
-.-.-.-
Esta crónica forma parte del segmento semanal de #ACuentagotas, que se publicará todos los viernes. Se trabajarán noticias, reportajes y entrevistas de actualidad con un formato más fresco, conciso y actual.