Por: Dra. Vanessa M. Mora Mora
Para un número de mujeres en distintas geografías del mundo, la llegada de marzo comienza con aires que insuflan una presunción de libertad, derechos e igualdad. Esto responde a que desde finales del siglo pasado la Organización de Naciones Unidas (ONU) distinguió el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer. Según esbozaban en aquél entonces, meta que aún continúa siendo un sostén para ese día, el propósito de identificar dicha fecha era darle visibilidad a la mujer. Haciendo relevante el que se resguarde un espacio para reconocer la aportación de las mujeres y crear un ambiente de diálogo sobre todos los asuntos que la multiplicidad de ellas se involucran. Reservar ese espacio es una aportación que va más allá de una consigna, un tiempo de actividades “de mujeres”, el vestirse de unos colores específicos. Esa fecha debe marcar un período que nos debe llevar a discurrir, como sociedad, en los retos que en nuestro país y en pleno siglo XXI encaran las mujeres.
No obstante, me parece que a pesar de los esfuerzos que se realizan, queda mucho por avanzar y discutir, especialmente en identificar en dónde se encuentran los planes y estratégias de mujeres en el presente y promover el reconocimiento de aquellas que allanaron el camino. En lo que atañe a Puerto Rico, por mucho tiempo las mujeres estuvieron solapadas por la narrativa histórica. Eventualmente con el esfuerzo de muchos que abogaron por aquilatar la impronta femenina, algunas pocas fueron saliendo a la superficie y han sido objeto de estudio y reconocimiento en algunos períodos de nuestra historia.
De todas maneras, destacarlas ha sido desigual con respecto a la prestancia de figuras como Ramón Emeterio Betances, Eugenio María de Hostos, Alejandro Tapia y Rivera, Cayetano Coll y Toste, por mencionar algunos. Ciertamente, mujeres como Dolores Rodríguez de Tió, Mariana Bracetti, María Mercedes Barbudo, Ana Roqué de Duprey y Luisa Capetillo han permitido el posicionamiento de las luchas y reclamos en el espacio temporal en el que vivieron estas. Sin embargo, a pesar que las antes mencionadas y algunas otras han tenido la oportunidad de ser destacadas por sus ejecutorias, quedan muchas por valorar y ponderar en sus circunstancias y realidades. Esto me lleva a destacar una mujer que para muchos ha estado en la sombra o poco discutida en la realidad puertorriqueña. Esta figura fue Juana García Peraza, también identificada, para los que tienen un referente sobre ella, como Juanita, Persona de Mita o la “diosa Mita” según la denominaron otros.
En lo que respecta a esta figura y, como mencionaba antes, discutir la lucha de las mujeres en nuestro tiempo es complejo. Pero si nos ubicamos en el contexto que se desarrolló García Peraza en las primeras décadas del siglo XX, uno rural, patriarcal y conservador, era mucho más árduo. Por lo que no debió ser fácil para ella transgredir ciertas normas en su tiempo, como fue romper con su primer matrimonio, contraer nupcias por segunda ocasión en contra de la religión que profesaba, encima con un hombre más joven que ella y empleado del negocio familiar García Peraza. De igual manera, le tocó manejar una mudanza del campo en Hatillo para adaptarse a vivir en el centro del pueblo de Arecibo. Eso implicó el cambiar su entorno e iniciar nuevas formas de vida: trabajo, vivienda, nuevas relaciones sociales, adaptarse a la ciudad versus el campo hatillano, etc.
Igualmente representaron novedades en su vida, pues con el paso del tiempo comenzó a tener cavilaciones religiosas, es decir, replantearse su fe católica y buscar respuestas físicas, mentales y espirituales en su fe. Al sufrir una enfermedad física, le llevó al análisis de trazar un nuevo camino. De ahí proviene otro quiebre con su cotidianidad, estrenar otra religión (ahora Pentecostal), abrirse camino en un tabernáculo controlado por hombres, sentir un llamado espiritual y, como dicen sus feligreses, optar por ser genuina en su transformación y culminar por ser invitada a salir de esa iglesia. Sin embargo, su trayectoria no quedaría ahí. Ese éxodo de la Iglesia Pentecostal M.I., implicaría para ella otras rutas.
Llenas de retos y obstáculos, principalmente por ser mujer y por ser una mujer como mostraba García Peraza que era, una que no se amilanó con las normas establecidas. Una mujer que, por un lado, era de carne y hueso, esposa, madre, trabajadora, ciudadana. La otra, en cambio, era una que argüía que era el vehículo de Dios en la tierra. No sólo era complicado esbozarlo y ser aceptado por el cambio de religión, en un Puerto Rico en el que aún el catolicismo tenía un control importante, pero también ser una mujer quien se atribuyera una sagrada tarea como la de ser mensajera de Dios y encaminar a un grupo de personas que le siguieron.
Más adelante, proseguiría el inicio de un nuevo capítulo: erigir un nuevo dogma, atraer a feligreses y cimentar ese predicamento. Así levantó lo que hoy se conoce como la Congregación Mita, un proyecto religioso que se sustenta de una sólida base social y económica. Es un espacio en donde se ha diversificado los planes de Juanita o Persona de Mita para sus seguidores. En el presente tienen: un colegio, una égida, varios comercios, una cooperativa, una finca agrícola, un negocio de reciclaje, entre otros. Además, de un sector en Las Monjas en Hato Rey donde tienen dos templos, un boulvar conocido como Paseo Los Mita, una Oficina de Orientación y Trabajo Social, “la casita” que es el lugar oficial de residencia de los líderes y otros tantos proyectos. Planes en los que las mujeres tienen una presencia destacable, desde la líder en el presente: Rosinín Rodríguez, pasando la Administradora de la congregación, Gladys Acosta, la Alcaldesa de Morovis, Carmen Maldonado y muchas de las que forman parte de las tareas adminsitrativas y públicas de la congregación. Pero igual, aquellas hermanitas que son parte de la Obra, como les llamó Juanita García Peraza o Persona de Mita. Ese rostro femenino tan palpable y vigoroso en el proyecto. Para finalizar, considerando que marzo es un mes que se procura restituir y/o abrir un diálogo sobre el/los papeles de la(s) mujer(eres) al menos en el mundo occidental, es imprescindible destacar el legado que diseminó la figura de Juanita Garcia Peraza.
La Dra. Vanessa M. Mora Mora cuenta con un Ph.D en Historia de Puerto Rico y el Caribe. Pertenece al Departamento de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico en Arecibo y actualmente ofrece el curso Historia Social y Cultural de Puerto Rico. También ofrece cursos de Historia de Puerto Rico y Culturas Occidentales.
